TRÁFICO DE FAUNA

Luego de las drogas el comercio ilícito de animales es la segunda actividad delictiva en el mundo en movimientos de dinero.

Medidas Insuficientes…

Se ha observado de manera creciente el número de especies de animales silvestres que son extraídas ilegalmente de su hábitat.

Luego de las drogas el comercio ilícito de animales es la segunda actividad delictiva en el mundo en movimientos de dinero. Sólo en Brasil se estima en 12 millones el número de animales víctimas del contrabando de especies.

La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres ha sido ratificada por 123 países.

Pero desde entonces las medidas tomadas han sido insuficientes y las penas a los detenidos ínfimas.

Hay una serie de países exportadores, principalmente de América Latina y África y una serie de compradores, normalmente pertenecientes a América del Norte, Europa y Asia.

Un problema de todos

Si bien es cierto que la descripción del problema nos arropa, creándonos sentimientos de impotencia al pensar que tal magnitud no la podemos controlar, también es cierto que al observar el problema en su menor escala encontramos un escenario en el que si podemos participar de forma positiva y me refiero a las especies que son vendidas como mascotas en la carretera; estos animales son comprados sin la conciencia sobre sus necesidades de vida y lo que es peor ignoran su historia.

Drogados para simular
que son mansos

Detengámonos a relatar una de tantas: luego de una cruel cacería muere una mona, roban su cría, la cual indefensa por su corta edad es sometida a la mutilación de sus colmillos y dientes, acto que sin duda le ocasiona profundo dolor potenciado por el miedo y la confusión; luego es transportado en sacos o cajas en grupo en condiciones de transporte aterradoras, escondido para no ser descubierto; éstos animales apenas pueden respirar; luego es distribuido y expuesto días en la carretera para su venta, en muchos casos estos inocentes son drogados para simular que son mansos y finalmente es comprado por alguien impulsado por “lástimas” o la novedad de poseerlo, pero principalmente por la ignorancia de tal error. Basta solo con no comprarlo para evitar que esta historia se repita. Basta solo preguntarnos si queremos un prisionero en casa.




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